Proverbio hindú

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora."

lunes, 10 de mayo de 2010

Gafas

No hacía mucho de la última vez que me visitó.

Vestía unos pantalones blancos, una camiseta limpia y unas gafas demasiado grandes, que le daban un aspecto gracioso.

No recuerdo qué me dijo, no escuchaba su voz. A lo lejos oí unos murmullos. Me levanté, y comencé a cambiar hasta el linde del bosque que rodeaba la casa. Casi tropiezo con el triciclo de Samuel, cuando aprenderá este crío a guardar sus juguetes.

El primer árbol crecía de una forma extraña, inclinado hacia la izquierda. Esto hacía que pasar por debajo me recordara a cuando de pequeño corría por los bosques del norte, jugando a ser un tigre, un león o un lobo.

Todavía seguía hablando a lo lejos. Pero los murmullos son cada vez más perceptibles, y notaba como mi corazón latía con más fuerza. ¿Qué iba a encontrarme?, ¿quizás un tesoro?, ¿o puede que una lámpara mágica?. Me encontré un río, y de él emanaba una tenue luz azul. Cuando me acerqué un poco más, una sirena saltó desde el agua y se quedó flotando a escasos metros de mí. Se sacó la espada que llevaba clavada en el pecho, y me la entregó, para caer al río con un chapoteo, muerta. Guardé la espada en mi cinturón, monté en mi caballo, y tras asegurarme el casco, subí río arriba a matar al dragón del castillo donde mi princesa aguardaba sola y frágil. A escasos metros de la puerta, suena la campana. Me quito el casco, y me bajo de ese extraño asiento que simula un caballo. El director me da la enhorabuena, y todo el equipo de grabación me aplaude. Salgo, orgulloso de mi mismo, hacia mi camerino, en el cual me encuentro con varios fans que desean un autógrafo y unas fotos.

Tras interminables halagos salgo en mi coche de medio millón de euros hacía mi mansión en la ladera de la montaña más prestigiosa de Marte, cuando de repente una horda de serpientes con antifaz me rodea y me deja inconsciente. Cuando despierto, noto con mi lengua bífida que en el lugar en el que me encuentro hay muchas personas. Reptan por aquí y por allá, siseando y mirándome con odio, pero con un gran esfuerzo, extiendo mis alas, rompo mis ataduras, y comienzo a volar hacia el cielo, perdiéndome por el universo, donde al fin encuentro paz en una estrella lejana y pequeña. Ahora descanso, girando y girando al rededor del cuerpo celeste. Quién sabe, quizás en mi superficie nazca la vida. Quizás mi hazaña cree otras miles de millones de hazañas que logren que el Consejo de los 7 Universos se pongan de acuerdo para poner la hora del bocata, ya que realmente me entra mucha hambre en esas tardes de trabajos forzados en las minas de uranio del tercer sector del octavo sistema bolghervaliano.


De repente aparezco de nuevo frente al río, y recuerdo que tengo un invitado en casa. Que maleducado soy. Corro a escuchar el final de su interminable discurso. Agotado subo las escaleras en los instantes finales de su verborrea: "…y nunca sabrás porqué hizo lo que te acabo de narrar, porque eres un cobarde, tienes miedo al tiempo y a las cerezas azules."


Y cruzando sus 9 brazos, fue rodando hasta su carruaje de macarrones y se marchó para siempre.





Rubén

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